
Luego, me di cuenta que a las personas no les importaba todo lo que hacia por ellas, porque no me contestaban los mensajes, porque mis cartas eran recibidas sin emoción, porque los detalles no eran de su agrado. Con el tiempo y a base de muchas lagrimas aprendí que debería guardarme los sentimientos, que la amistad no siempre es reciproca, y que querer mucho: asfixia.
Confieso que me cierro a todos, que deje de creer en las personas y que tengo miedo de confiar.
Siento que ahora soy yo quien hace sentir mal a las personas, que me alejo de ellas en cuanto se acercan, me doy cuenta que me quieren, que buscan que hable de mi, parece que quieren entrar en mi vida. Y no tengo muchas ganas de dejarlos entrar.
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